El albuelo…
Con su gorra oscura y su cayaba tallada a navaja, sus manos de piel descolorida, sus pantalones de pinzas y su camisa raída. No sé de qué color tenía los ojos el abuelo. Los intuía claros detrás de dos iris desgastados, de mirada hundida.
El abuelo que “rezongaba” cuando con los primos corríamos por la casa y hacíamos demasiado ruido. El abuelo con sus frases de pueblo. Nos pelaba almendras y decía con su voz de viejo “tene ya”. El abuelo analfabeto… a veces sacaba el monedero y contaba algunas “perras”, que ofrecía orgulloso, burlando a su tacañería… “tene ya”. Quizás las guardaba para comprar algunas cebollas y un bote de miel. Gran remedio para la tos, según decía.
El abuelo que entraba en casa siempre con el mismo ruido, haciendo girar la llave en su arandela de hojalata. Rrrrrrrrrr… ese cierre de hace cien años, esa palometa giratoria de cantar monstruoso.
Mi abuelo…
Se sentaba por las tardes en la estación de autobuses. A veces solo, a veces con otros viejos, a ver pasar la vida… Yo sabía donde encontrarlo si quería verlo. Poca conversación teníamos. El su mundo y yo el mío. El su vida casi consumida, sus costumbres, sus manías.. A veces la visita era un saludo, un pasar y poco más, pero sé que eso le hacía feliz. Era mi abuelo…
El abuelo que se iba haciendo viejo… los últimos días en casa siempre lo encontraba durmiendo. En su cama triste, de colcha ajada. Entraba a la habitación, lo saludaba y luego me quedaba a charlar con la yaya en el comedor, mientras lo sentía toser.
Se apagó en la residencia. En su silla de ruedas. Las piernas ya no le acompañaban en su largo camino, se tomaron vacaciones anticipadas. Sus manos eran torpes, la piel casi transparentaba. Cuantos años, cuantas historias debían abarcar…
Y así, se fue… ¿al cielo? No sé… Donde se van todos los abuelos del mundo. Con sus gorras, con sus cayabas talladas a navaja. Los abuelos de pueblo, como los de novela, los auténticos. Así era mi abuelo.
1 de Octubre de 2008. Por siempre.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada